21 de marzo de 2011
Dicci-Paburou: el miedo
Estos días, la palabra que más he oído o sentido es la palabra "miedo".
Miedo a la naturaleza,
miedo a los isótopos radiactivos,
miedo a la incertidumbre.
Por supuesto, lo poco que he aprendido de Japón me dice que nada de eso debería afectarme demasiado.
Los griegos clásicos hablaban mucho sobre las cuatro pasiones que son requeridas para sentirse humano: la esperanza, el placer, el dolor y el miedo. Pero sobre todo hablaban del equilibrio con en el que debemos vivir para que ninguna de estas pasiones no nos atenacen como cadenas.
Purenomori-san ha vivido y vive unos días muy duros sufriendo desde la distancia el dolor y el miedo de lo ocurrido en Japón desde el 11/03/2011. Mi sufrimiento es menor (algo obvio), pero tampoco es pequeño. Es curioso que han sido desde Japón desde donde nos han tenido que tranquilizar. He aquí la gran fuerza del tsunami informativo de los medios de masas. Nos han bombardeado con datos, opiniones e insustancialidades (como por ejemplo, la hipocresía de los políticos alemanes y la insustancialidad de agotarse los medidores geiger en Alemania).
Para que entendáis un poco mejor esta visión, leed la siguiente carta de un bloguero español en Japón.
Pero también hay espacio para vivir con esperanza (no plenamente y perdidos en ella, ojo).
La esperanza en un futuro mejor es algo que podemos tener si trabajamos el presente con humildad. De que Japón va a trabajar para sacar el país en adelante, de eso estoy seguro. Pero de que van a hacerlo con humildad, para iniciar un camino sostenible con la naturaleza, ahí ya me entran dudas.
No obstante, desde aquí mi más sentido abrazo a todo el pueblo japonés para saquen lo mejor de esta catástrofe de la naturaleza y científica (por lo nuclear).
También, para que veáis mi visión al respecto de la esperanza japonesa, leed este artículo de Ryu Murakami. Me ha gustado mucho.
Y para finalizar retomo un poema escrito hace mucho tiempo, allá por el año 525 d.C., por un romano desde una carcel, sin esperanza para salir con vida, pero con la consolación de la filosofía:
"También tú, si quieres
con clara mirada
percibir la verdad,
y por el camino recto
recorrer el sendero,
expulsa los placeres,
expulsa el miedo,
ahuyenta también a la esperanza
y que no haya lugar para el dolor.
El espíritu está turbado
y atado por cadenas
cuando reinan estas pasiones."
De la "Philosophiae Consolatio", I, VII, 20-31; Boecio (aprox. 480 - 525 D.C.).
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