20 de agosto de 2009

La renuncia (y III)

Jaime comentaba en la anterior entrada sobre "la renuncia", que para renunciar a algo estemos bien motivados: un artículo en El Correo me ha renovado la motivación, criticando el progreso, como "Una religión que deposita sus esperanzas salvíficas en el aumento de la renta por habitante." Me motiva leer frases como:
  • "El problema en la 'aldea global' radica en que las expectativas de esos desheredados ya no se fijan tomando como referencia a sus vecinos ricos, sino a la opulencia que ven a diario en la televisión. Su frustración se agrava al constatar la fragilidad de sus Estados, incapaces de liberarse del patronazgo de oligarquías locales. Todo ello constituye un riesgo para la seguridad mundial, ya que aumenta la probabilidad de conflictos armados."

  • "Este crecimiento inicuo es, además, insostenible a largo plazo. La teoría del crecimiento no tiene en cuenta los costes medioambientales. Las estadísticas oficiales ni siquiera los evalúan. Si lo hiciesen, quizá nos lleváramos más de una desagradable sorpresa, al comprobar que el PIB, lejos de aumentar, en realidad disminuye."

  • Y lo mejor: "Hacer sostenible globalmente nuestro modelo de desarrollo exige que esos países [desarrollados] apuesten por un estilo de vida más frugal. El éxito de sus políticas económicas no puede cifrarse en un incremento del PIB 'ad infinitum'. Hay que desterrar la idea de que consumo equivale a felicidad."

  • Y para terminar: "Y, de paso, acabar también con esa ética de un trabajo sin propósito, que equipara nuestro destino al del infortunado Sísifo. Es preciso reivindicar el ocio y la figura del 'homo ludens'. Si aparcamos los prejuicios culturales, veremos por qué ridículo puñado de absurdas fruslerías estamos renunciando a esa vida de holganza, que tanto anhelamos en nuestro fuero interno."
Me quedo con lo último como gran motivación: para disfrutar de la vida no necesito grandes consumos, se puede disfrutar mucho el tiempo libre siendo un holgazán, ¡en el mejor sentido de la palabra!

Pero, ¿cómo nos enfrentamos a ese cambio de mentalidad en estos países "desarrollados"? Pues liberándones de mucho lastre, cambiando nuestro modelo de educación. Aquí unas respuestas en una entrevista a Koldo Saratxaga, un gurú del cambio que es muy radical, tal y como se debe ser cuando las cosas vienen mal pintadas:

"¿Por qué te preocupa tan especialmente el tema de la educación?
Desde pequeños se nos cortan las alas. Desde los siete años ya se nos impone una forma de estar en el mundo. En el aula no vemos más caras que las del profesor, sólo vemos las espaldas, las cabezas y las nucas de los compañeros. No vemos sus ojos, no los vemos de frente. De esta forma no tenemos ocasión de encontrarnos, de compartir, de dialogar con ellos o ellas. Llegamos a adultos y no sabemos interactuar. No sabemos comunicar desde las tripas.

Tristemente la educación se ve limitada a textos para aprender un examen. La educación no se puede reducir al aprendizaje de unas asignaturas predeterminadas, impartidas por un profesor treinta años mayor que el alumno, sin que medie comunicación. Si en la sociedad falta interactuación y cooperación, es porque ya la educación se diseña de esa forma.

¿Has batallado también en este ámbito?
¿Cómo vamos a ser creativos, si no sabemos lo que es la libertad? Yo no quería notas para mis hijas en la ikastola, yo quería saber si mis hijas eran felices en ella, si marchaban de casa con ilusión. No nos dejan volar. Ahora estoy preocupado con mis nietas.

No nos han educado a relacionarnos. Ahora llegan los reyes del marqueting y nos llevan como quieren a la locura del consumo, porque así, en esa pasividad, hemos sido marcados desde pequeños."

3 comentarios:

  1. El artículo dice verdades como puños, sí. Aprovecho para llevar el agua a mi molino y decir que desde los Estudios de Ocio algo se está haciendo por reivindicar un modelo alternativo a la ética del trabajo. Bien es cierto que peor lo tienen en países de tradición ascético-protestante, pero en fin. Hay dos "apologías de la pereza" ya clásicas que quizá te interesen: una de Robert Louis Stevenson (sí, el de la isla del tesoro) y otra de Paul Lafargue. Lo peculiar en este último caso es que se trataba, ni más ni menos que del yerno de Marx, todo un teórico del trabajo a quien no creo que le hicieran ninguna gracia estas veleidades anti-laboralistas.

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  2. Gracias Jaime: me apuntos los libros!! En breve escribiré un par de notas sobre esa virtud mutada en vicio que es la pereza...

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  3. Pablo, carota, muy bien tus artículos sobre la renuncia, pero como inspirador del tema te pediría que expusieses tus renuncias personales... ¡JETA!

    Un abrazo de gotxila-san ;) (sin acritud, ¿eh?)

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